Salakari


Santiago Gil //

La importancia de un tema depende de la mirada de cada uno de nosotros. Hay cuestiones que nos afectan a todos y que nos quitan el sueño cuando peligra nuestra estabilidad, nuestra existencia o la seguridad del entorno en el que vivimos; pero luego están todas las vivencias cotidianas, lo que solo importa a cada uno, lo que emociona porque revive recuerdos o nos abre de par en par la puerta de la esperanza. Nabokov decía siempre que la literatura está en los detalles.

Como la vida misma, son las pequeñas vivencias cotidianas las que dan lugar a una gran novela o las que consiguen una vida que realmente merezca la pena.

Me gusta llegar a un restaurante, sentarme solo y mirar a mi alrededor como si llegara por vez primera al mundo, o como si me hubieran invitado a ver sin ser visto muchos años después de haber cumplido con mi ciclo vital. Si nos asomamos a la realidad de esa manera, comprobaremos que todo lo que nos rodea es materia literaria, generadora de argumentos y de tramas, pequeñas historias que se van repitiendo a lo largo de los siglos con la única variación de las caras y de las circunstancias.

Hace unas semanas leí una novela de Carmen del Puerto titulada El finlandés errante en la que el protagonista, olvidado hasta que se cruzó con la curiosidad de la periodista y escritora que dirige el gabinete de comunicación del Instituto Astrofísico de Canarias, se convierte en uno de esos personajes de los que queremos saber siempre un poco más a medida que avanzan las páginas de una novela.

Salakari aparece en la vida de Carmen y, a medida que lo vamos conociendo. descubrimos a un protagonista de novela de esos que se graban para siempre en la memoria, un aventurero cuya vida, siendo real, se convierte en una epopeya viajera con sus grandes gestas y sus grandes derrotas, y con un recorrido en el que también intuimos cómo era Canarias en los años sesenta vista por los ojos de un artista finlandés.

Carmen del Puerto se acerca a los pequeños detalles de Salakari y el protagonista, de repente, se vuelve a pasear por esta vida a través de nuestra imaginación y de nuestros sueños.

Las letras que cuentan su biografía, el enjundioso trabajo de documentación de la escritora y la manera de presentar sus años en este planeta hacen que queramos saber mucho más de su periplo, realmente aventurero, por los países que habitó y por todo lo que fue creando como si jugara a ser eterno.

No sabríamos nada de Salakari si la literatura no se hubiera cruzado con su destino después de muerto, y lo que sabemos ahora lo intuimos en el tablero literario de las letras, los signos de puntuación, los sintagmas y la estructura de una novela; pero eso solo es el andamiaje de un sueño.

Lo que realmente nos importa es la aventura de seguir sus huellas como si lo conociéramos desde siempre.

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