Mi homenaje a Mara González


 Antonio Cruz Domínguez  //  La noticia del fallecimiento de Mara González me cogió fuera de Las Palmas de Gran Canaria. Si Dios lo quiere, a las cinco de la tarde de este viernes estaré en la atalaya de El Lasso, en el templo capilla del Complejo Hospitalario de San Juan de Dios -Orden de la que Mara era Gran Dama- y participaré en la eucaristía que nos une en la conciencia de saber que nuestra querida amiga y compañera periodista comparte el feliz y eterno descanso en la corte de los santos desde donde continuará ayudando, apoyando y colaborando con todo el que necesite su mediación, al igual que lo hizo siempre cuando permaneció físicamente entre nosotros.

El bien hacer de Mara González fue en tal manera singular que no sólo estuvo incesantemente a disposición de quien tuviera una necesidad material, física o moral sino que en todo momento se metió en el corazón del mundo para poner el bálsamo de la caridad sobre las infectadas pústulas de la indiferencia. Éste fue el gran secreto de Mara: llenarlo todo de un grande amor capaz de poner pan en la mano del hambriento, ternura de inconmensurable misericordia en el ánimo del hundido por el peso de las mil sinrazones de la injusticia y de los males de la sociedad, trabajo indesmayable que llevó a cabo en múltiples campañas que tenían sus horas de comienzo pero que jamás se sabía su fin porque no existe final para quien, como ella, utilizó la caricia de la palabra, las limpias aguas de la caridad y la firmeza y heroicidad de su testimonio cristiano para hacer el bien a los demás anteponiendo, incluso, las necesidades de aquéllos a las suyas propias.

Mara arrulló con su palabra, con sus gestos y con sus manos el corazón de las personas de todas las Islas Canarias desde las ondas amigas de EAJ 50 Radio Las Palmas, incluso en momentos en que ya estaba haciendo mella en su salud el cáncer que, durante más de cuatro años, soportó con una entereza envidiable, admirable alegría y modélica resignación cristiana. Ella hizo posible siempre que sus oyentes vieran mejor el rostro de un Dios benévolo y Padre rebosante en misericordia. Mujer bondadosa hasta más no poder demostró con la fortaleza grande de su actuar el acero del amor incorruptible que llevaba dentro.

El retrato y el nombre de Mara González permanecerán para siempre, y hasta el final de la historia, en la orla de la promoción de hombres y mujeres ilustrísimos hijos predilectos de nuestra Gran Canaria, como testimonio de valores y virtudes que siguen marcando pautas de ejemplaridad para los tiempos venideros. Cuando el próximo día 18 de marzo, ¡Viernes de Dolores, qué providencial!, en el Auditorio Alfredo Kraus, Antonio Morales, presidente del Cabildo, pronuncie su nombre para hacerle entrega del título de Hija Predilecta de Gran Canaria, los decibelios de los aplausos de la cerradísima ovación de los que estaremos presentes en la sala tendrán que «estremecer los quiciales, los cimientos de las puertas del cielo y la casa de Jehová llenarse de humo del incienso aromático de las alabanzas» (Isaías 6.4) por el agradecimiento que todos los grancanarios le debemos. ¡Gracias Mara, hermana predilecta! Tamaragua.

NOTA.- Publicado en el diario LA PROVINCIA del 24.02.2016.

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