Evolución de la construcción de la iglesia de Guía


Pedro González-Sosa Cronista oficial de Guía | 

La primera ermita levantada en la entonces incipiente villa de Guía, fundada por Sancho de Vargas, ya se estaba construyendo en 1505 siguiendo la iniciativa del conquistador y beneficiario de unas tierras en la comarca norte de Gran Canaria que ya se encontraba en aquel tiempo residiendo en La Laguna, después de participar en la conquista de aquella isla. Nos lo descubre una de las Datas de Tenerife en la que Alonso Fernández de Lugo le da a Sancho "una sierra donde poder cortar madera en los bosques de la Orotava, que no salga de la isla, salvo la que le sea necesaria para una iglesia que faceis en Gran Canaria". En 1509 la pequeña iglesia ya está levantada y lo confirma el propio fundador en su testamento cuando afirma "por cuanto yo edifiqué una iglesia que es en Gáldar, que se llama de Santa María de Guía…"

Aquella primera y pequeña iglesia sufrió a principio del siglo XVII su primera transformación, después de que en el último tercio del XVI experimentara pequeñas reformas interiores en la época en que fueron Mayordomos Juan Betancor Bracamonte y Juan Bautista Amoreto. En un informe que hizo el provisor de este Obispado Gonzalo Hernández de Medina, en 26 de Febrero de 1602, se refiere a la insuficiencia de su capacidad para el número de fieles y a la vejez de la fábrica. "Otro sí [señala el provisor], por cuanto la iglesia tiene mucha necesidad y el pueblo haber crecido y la mitad de la gente estar en la calle para los divinos oficios y no caber dentro, mandaba y mando que el mayordomo se junte con el alcalde y escribano y otras dos personas honradas de esta villa y juntados recaben de hacer memorial de las mandas y promesas que los vecinos han comenzado…". Y nombró el visitador episcopal al regidor Nicolás de Franquis como mayordomo y como superintendente de fábrica a Alonso Rodríguez Castrillo, que de acuerdo con los vecinos adquieren una casa contigua a la iglesia. Por la muerte de Rodríguez Castrillo, en 1603, y Nicolás de Franquis pedir renuncia para este menester, se produce un nuevo nombramiento en la persona del bachiller y beneficiado Roque Merino para ocupar la mayordomía. Y más tarde, en 1607, en la persona de Gregorio Méndez de Pedrosa.

El 25 de abril de 1614 se deduce que la estructura de la capilla nueva está acabada, pero sin cuerpo de iglesia, y aún se mantiene en pie la vieja ermita o parte de ella, sobre la que en 26 de octubre de 1619 escribe el beneficiado Roque Merino en el Libro primero de Bautismos, "oi se mudo la iglesia nueva a la que solía ser vieja", para seguir las obras de la nueva fábrica. Todavía en 1648 se ajustó con el maestro carpintero de Las Palmas, Francisco Hidalgo la obra de carpintería y artesonado de la capilla de Nuestra Señora de Guía y se descubre que la imagen de la patrona no está colocada en dicha capilla, "que es la [que está] junto al cuerpo del crucero de la capilla mayor, al lado del Evangelio", y destaca Francisco Pérez Navarro que "se hace notar que desde 1606 quedó relegada respecto de esta imagen la mención a la advocación litúrgica de su altar". En este tiempo se produce la donación, recogida por Fray Juan Suárez de Quintana en su Relación Genealógica, por parte de los Riveroles de la imagen hasta entonces tenida allí, en altar propio, bajo la advocación de Nuestra Señora de Candelaria, que pasó a ser venerada como patrona de la Villa a partir de cuyo momento la desde ahora titular figura en el altar mayor bajo la advocación de Santa María de Guía, sobre cuya circunstancias nos hemos ocupado en otra parte y algún día la conocerán en estas páginas diarias.

Más tarde, en marzo de 1653, se contrata con el vecino de Arucas, Antonio de Betancor las obras para hacer el arco colateral a la capilla mayor desde la de Nuestra Señora del Rosario, "correspondiente al que está enfrente que sale de la capilla de Nuestra Señora, de la misma cantería y obra igual que tienen el dicho arco de enfrente".

Pero es en 1665 cuando tienen lugar las obras de verdadera envergadura, las que le dan a la iglesia la configuración definitiva al convertirse de una sola nave, que tenía hasta entonces, en la de hoy con tres naves. Y se hace cargo de tan importantes obras uno de los mejores arquitectos de la época, Antón Pérez, junto con su yerno, consumado maestro de cantería, Pedro Báez Marichal.

En opinión de Miguel Tárquis Rodríguez en su Diccionario de Arquitectos, Alarifes y Canteros de Canarias entre la importante producción de Antón Pérez se encuentra la iglesia de Guía "obra de categoría, que en un principio era de una sola nave y después se construyeron las capillas colaterales de la Epístola y del Evangelio, en su fachada", añadiendo que la iglesia guiense es "obra de estilo Renacimiento, orden toscano y de las construcciones realizadas por Antón Pérez (junto con Pedro Báez Marichal) fue la segunda en importancia. En el actual interior de aquella iglesia de Santa María de Guía hay parte de lo levantado por Antonio Pérez, por donde se puede juzgar del mérito artístico de estos dos artífices".

De acuerdo con la escritura de contrata de estas obras de Antón Pérez intervinieron por parte del pueblo el licenciado Roque Merino Riverol Zapata, sobrino de su homónimo que había estado a principios de ese siglo, el capitán Fernando Suárez de Figueroa, alcalde ordinario y los capitanes Cristóbal Vetancurt, Juan Cabrejas, regidor de Gran Canaria y Francisco del Castillo Sopranis, así como el alférez Marcos de San Juan y el capitán Pedro Ratón Franquis destacándose la importancia de estas obras que transformaron la iglesia en un amplio templo de tres naves.

Arquería

Por ejemplo, Antón Pérez se compromete a hacer la arquería, que habría de levantarla en proporción, "según la del altar mayor y crucero, guardando la regla y molde y el estilo de arquitectura de dicha iglesia, a cuatro por bandas y asimismo los cinco de las capillas del crucero que están hechos, mayor y colaterales, sean de labrar y sentar y perfeccionar(…) en forma conforme a la capacidad del sitio de la iglesia". Cobró 6.500 reales, comprometiéndose también a sacar la cantería y sentarla, la cual debería estar en la plaza de la villa, sin que en este precio se incluya el mampuesto ''porque ha de quedar aumentado y lo demás que se ofreciere hacer en dicha obra que no entra en el dicho concierto de la arquería …" Además, se utilizarán algunas piezas "de los pilares que oy tiene la dicha vieja iglesia cuando se derriben y quiten para añadidura de la dicha obra se han de dar de ellas sin que por ello se aya de descontar cosa ninguna". Se comprometían los vecinos a darle la "cimbre hechas, madera y sogas y cal para la dicha obra y andamios para asentar la cantería". El cobro de estos 6.500 reales habría de ser por semanas o por meses, "como se fuere haciendo la obra, en dineros de contado o en frutos de la tierra a precios corrientes…"

En el mismo día se concierta, por medio de otra escritura con Pedro Hernández, "oficial pedrero para que saque toda la cantería que fuere necesaria para hacer dicha obra de Nuestra Señora de Guía y de su iglesia y se entiende que ha de sacar toda la cantería a satisfacción de Antón Pérez, según los moldes que le diere y los ha de desbastar en la cantería y cada canto se han de pagar a dos reales (…) y las bases y capiteles que han de ser al precio de ocho reales cada uno …". Además, Hernández se llevaría a su casa "todos los [cantos] que no fuesen suficientes y desechados por el dicho Antón Pérez…"

En ese mismo año de 1665 en el que Pérez contrata las obras de las arquerías de naves laterales y, unos meses más tarde el beneficiado, autoridades y vecinos contratan o ajustan con el maestro de carpintería Matías Hernández "las obras de la iglesia de Nuestra Señora, que se entiende de las tres naves y la cimbre que fueren necesarios para la arquería que se hace en dicha iglesia, de las mismas obras que hoy tiene quitando la madera de ellas, allanándolas y limpiándolas y si algunas piezas se quebrantaren o tuvieran necesidad dicha [madera] ser las nuevas las tengo que hacer(…) y hacer las canales enterizos nuevos por donde se saquen las aguas que lloviera sobre dicha iglesia y canales quebrados…"

Los techos

Se deduce fácilmente que lo que hizo Matías Hernández -una vez que Antón Pérez había acabado las obras de los arcos y muros de las a partir de ese momento naves laterales- fueron los techos y, principalmente, la cimbra para los arcos. La iglesia de Guía tiene, pues, a partir de esa fecha las tantas veces citadas tres naves. Y desde este momento, con el paso del tiempo, sufrió algunas reformas o ampliaciones, como la de 1772-1780 en que se construye el nuevo frontis cuya paternidad se atribuye a Luján Pérez. Miguel Tárquis Rodríguez dice: "poco pudo hacer Luján Pérez en esta construcción. Sólo, encajar su estilo de templete, reformando en parte lo que se hacía. En la torre sur lo repitió". Respecto de esto es preciso dejar en claro que en 1772-1780 tenía Luján entre 16 y 24 años y ¿acaso estaba nuestro artista en condiciones de redactar y dirigir esta obra arquitectónica de alguna categoría? Cierto que después demostraría su habilidad y conocimientos arquitectónicos en la dirección y conclusión de la catedral de Las Palmas así como en otras obras de sobra conocidas. Si acaso, -y aunque no hay testimonio documental que avale la pretendida paternidad lujaniana de las obras del frontis de la iglesia guíense- lo único que pudo hacer el imaginero fue concluir la torre sur o del campanario y la cornisa que culmina la parte central del frontis, entre las dos torres. Porque ni siquiera pudo concluir la segunda torre -la del norte- que se acabó en 1836, precisamente para colocar en ella el reloj comprado con los mil pesos donados por el imaginero en su testamento para este fin y colocarse luego la campana enviada desde la Habana por el también guíense canónigo don Pedro José Gordillo.

Las obras de esta época fueron importantes y se deduce, efectivamente, que se referían al nuevo frontis. Empezaron en 1772 y por eso hubo necesidad de trasladar los servicios del culto a la iglesia cercana del Hospicio, (hoy Teatro Viejo) que había sido de los franciscanos allí establecidos. Por esta razón, la visita pastoral del obispo Juan Bautista Cervera en el mes de agosto del mismo año, " hízola a la iglesia del Ospicio en donde se hacían los oficios y demás ministerios de la Parroquia a causa de estarse acrecentando el frontis de la iglesia".

Otra cosa son las obras que se realizan en 1780 y que son también importantes: la elevación de los techos de las tres naves que hasta entonces tenían el artesonado puesto a mediados del siglo XVII. Recógelo así J. Miranda Guerra en una crónica publicada en la prensa local con motivo del primer centenario de la muerte de José Luján Pérez, en 1915, y que insertó el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Canarias el 14 de febrero de 1916. "En 1780 -dice Miranda Guerra, que debió tener apoyatura documental que no nos consta- siendo beneficiado de Guía don Baltasar Rodríguez Déniz, Luján dirige las obras para subir los techos de la iglesia mediante una maquinaria inventada y preparada por él y levantó los planos del nuevo y hermoso frontis de dicha iglesia".

Los nuevos techos, hipotéticamente dirigidos por el escultor en 1780 cuando tiene 24 años de edad, ya no se recubren interiormente de madera, sino abovedados a base de pasta aglomerante de yeso sobre cuya superficie en la década de los años veinte de este siglo el artista italiano apellidado Rinaldi realizó unas pinturas alegóricas. Este falso techo que se eliminó en las obras de restauración no ocultaba, como era de esperar, un artesonado completo -sobre todo en la nave central-, sino un rudimentario entramado a base de vigas de riga que más bien servían para mantener la cubierta sobre la que se asentaron las tejas exteriores. Las obras de restauración ejecutadas en la década de los ochenta del pasado siglo consistieron en completar el artesonado para devolverle al templo la traza antañona.

El artífice de estas obras de reforma, mejora y ampliación de 1780 fue efectivamente, el beneficiado Rodríguez Déniz, que, de acuerdo con el informe que en junio de 1772 dejó escrito en los libros de la fábrica parroquial, se gastó bastante dinero de su peculio particular para adecentar el templo. Dejando aparte las restauraciones y compras de numerosas imágenes, baste señalar a modo de ejemplo que "el pavimento y barandas y las gradas del altar mayor las hice yo a mi costa y enladrillé el pavimento del altar del Rosario y de los Ángeles, con sus gradas". Se refiere a las capillas colaterales del templo, hoy conocidas como de las Mercedes y del Carmen.

Por unas cuentas de fábrica posteriores sabemos que el enlozado de la nave mayor costó 4.275 pesos y el de la nave de las Mercedes, 3.138, "sin incluir la capilla que costeó el Tesorero señor Montesdeoca"; Lorenzo Montesdeoca que había encargado también a Luján la hermosa y actual talla de la Virgen de las Mercedes, que fue entronizada el 24 de septiembre de 1802.

Hasta 1836 el frontis de la iglesia tenía una sola torre, la del campanario. Fue preciso que Luján Pérez donara los mil pesos para comprar para que el vecindario, con el ayuntamiento y la parroquia pusieran manos a la obra y concluyeran la segunda y hasta entonces inconclusa torre. Levantada que fue, idéntica a la del campanario, se colocó el reloj cuyas primeras campanadas, un 26 de julio de 1838, fueron seguidas de dobles en recuerdo del donante. Dos años antes, el obispo don Judas José de Romo había bendecido la campana que también donó otro preclaro guíense, el canónigo Gordillo, arcediano de la catedral de la Habana, de cuyo puerto vino aquélla, mientras que la maquinaria tiene procedencia inglesa, de Londres.

Desde entonces y hasta hoy el templo ha sufrido reformas y mejoras que no afectaron en general a la estructura ni al estilo arquitectónico del templo, ni interior ni exteriormente. En la década de los años cuarenta de este siglo el párroco Bruno Quintana y Quintana, recién llegado, hizo descubrir los artesonados de las capillas de las Mercedes y del Carmen, continuando los techos de la nave central y resto de las dos colaterales con el falso techo de escayola ya citado, y desde principios del siglo XX la central con las pinturas alegóricas de Rinaldi, en tiempos de don José Martín Morales. También don Bruno favoreció la figura de la imagen patrona logrando de la generosidad de algunos guienses pudientes que quedase instalada en un soberbio trono de plata y más tarde se dignificó el camarín de la Virgen con ricas maderas y pinturas, en cuyo ancho recinto se inició el actual Museo Parroquial.

En la década de los ochenta, el Ministerio de Cultura declaró el templo Monumento-Histórico-Artístico Nacional y con este motivo acometió también la tarea de descubrir los artesonados de las tres naves y del altar mayor, limpiar la pintura que cubría las columnas y capiteles de piedra azulada de Arucas, así como la de conservar el piso de mármol que puso en 1880 el entonces párroco don Vicente Matamala.

NOTA.- Publciado en La Provincia.

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