Enciclopedias


Santiago Gil  //

Parece mentira que fuera verdad, pero lo era, no hace mucho tiempo, ayer mismo, un mundo sin buscadores en Internet, un mundo sin Internet, un mundo que no sabíamos que se iba a parecer tan poco a este mundo que vivimos, con la inmediatez del conocimiento en un aparato que llevas en el bolsillo, con otro aparato en el que guardas cien o doscientos libros para cuando te desvelas algunas madrugadas o con aparatos que emiten mensajes que llegan al momento al otro lado del planeta.

Me quito el sombrero ante la inventiva y la evolución del ser humano, ante el hecho de que ahora mismo podamos hacer un viaje virtual a Nueva York o a Estocolmo, o asomarnos a la orilla de Las Canteras estando en esas ciudades, o vivir en tiempo real lo que acontece en cualquier punto del planeta.

Pero el otro día, viendo una entrevista que le hacía Valdano al entrenador del Tottenham, Mauricio Pochettino, el entrevistado contaba que era de un lugar alejado de las grandes urbes de Argentina, y que de pequeño su aventura era acudir a la enciclopedia Larousse para aclarar cualquier duda, para viajar a lugares desconocidos o para documentarse.

De repente me hizo viajar en el tiempo, y vi la enciclopedia en mi casa, siempre con sus forros, y me descubrí siendo un niño como Pochettino rebuscando en sus páginas, asumiendo que el conocimiento era inabarcable, y eso que se suponía que buena parte de ese conocimiento estaba en aquellos tomos, en aquel espacio, y me vi en la aventura del saber, como mismo me vi algo más tarde acudiendo a los dos tomos del María Moliner como quien se adentra en un territorio sagrado.

No somos tan viejos, y sin embargo, si no asomamos a nuestro pasado, parece que han pasado siglos desde que éramos adolescentes; y sí, es verdad que por suerte todo cambia, que todo es movimiento, que si quieres que algo muera, como canta Jorge Drexler en su último disco (todos los discos del cantante uruguayo son recomendables, pero me atrevería a decir que este es imprescindible), deja que se quede quieto, que no se mueva, que no evolucione, y si es un pájaro que no vuele.

Pero es conveniente parar de vez en cuando, saber de dónde venimos, valorar lo que tenemos, y no actuar como nuevos ricos que no le dan importancia absolutamente a nada.

Abrir un grifo y que saliera agua, o apretar un interruptor y que se encendiera la luz ya fue para nuestros abuelos un cambio absoluto en su vidas diarias que ellos apreciaban como quien aprecia todo el que no olvida lo difícil que había sido la vida antes. La nuestra no fue más difícil, pero sí muy diferente, más de calle y de juegos, menos virtual, pero no por ello me destoco cada vez que entro en Google a buscar información y se me aparece un universo en la pantalla. No fue fácil llegar ahí, y eso lo sabemos sobre todo los niños que soñábamos mirando los atlas y las enciclopedias.
CICLOTIMIAS

Solo se encuentra quien aprende a perderse.

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