El lenguaje: esa otra frontera


Por Caitlin Dickerson
Reportera de inmigración nacional de The New York Times

Las palabras importan y las emociones que transmiten pueden ser poderosas. Para muestra, no hay que ir lejos: basta ver los lados opuestos en nuestro debate nacional sobre la inmigración, que parecen usar dos diccionarios totalmente distintos al describir la situación en la frontera. El que es “refugiado” para una persona resulta ser un “inmigrante ilegal” para otra. Suele ser una evaluación visceral en la que las opiniones políticas alteran el lenguaje y viceversa.

Algunos estadounidenses observan la frontera y ven masas hacinadas de madres y padres desesperados que huyen con sus hijos de la violencia y la miseria. Ven a solicitantes de asilo que no solo deberían recibir protección de su más que próspero vecino del norte, sino también oportunidades.

Otros ven a los recién llegados como seres oportunistas y desconsiderados porque han elegido arriesgar a niños vulnerables, trayéndolos consigo en una travesía peligrosa, y a veces mortal, a fin de aprovecharse del sistema jurídico estadounidense para obtener ventajas que no se merecen. Casi nadie llama a los recién llegados “extranjeros”, aunque sería un término exacto y relativamente imparcial.

Por su parte, el gobierno federal adopta un enfoque clínico en el debate. Algunos argumentan que al hacerlo se deshumaniza a los migrantes, lo cual también inclina la balanza en el debate. Por ejemplo, en la jerga gubernamental, las personas que nacieron en el extranjero se conocen como aliens (literalmente “alienígena”, cuya primera acepción, tanto en inglés como en español, es extranjero). Los jóvenes que emigran solos se llaman “menores extranjeros no acompañados” o “menores no acompañados”.

Cualquiera que sea interceptado por la Patrulla Fronteriza mientras cruza el río Grande para llegar a Texas es considerado un wet (mojado), lo cual, para muchos, suena bastante como un término racista para referirse a los mexicanos. Hasta los refugiados que buscan a agentes de la Patrulla Fronteriza para entregarse y solicitar protección son clasificados en los datos oficiales como apprehended (detenidos), lo cual sugiere, de manera incorrecta, que fueron atrapados tratando de entrar ilegalmente a Estados Unidos.

Los lectores ponen especial atención a las palabras que usamos los periodistas para describir estos temas, y tienen razón. La elección de expresiones y términos puede cambiar todo el tono de la nota. Hace unos años, la queja que escuchaba con mayor frecuencia era sobre si a los inmigrantes que, sin contar con estatus legal, vivían en Estados Unidos debía llamárseles illegal (ilegales) uundocumented (indocumentados); a mí me parece que ambas palabras son problemáticas y tiendo a evitarlas.
Sin embargo, ahora las preguntas están evolucionando. ¿La situación en la que hay una gran cantidad de personas que abarrotan las estaciones de la Patrulla Fronteriza debería llamarse “crisis”, incluso si parte del caos ha sido generado por el mismo gobierno? ¿Las reglas que buscan proteger el bienestar de los niños deberían llamarse loopholes (vacíos jurídicos) porque también facilitan que esos niños entren a Estados Unidos y permanezcan en el país?

Hace poco, un lector señaló que este boletín usaba la palabra deploy (destacar o enviar al frente) para describir la asignación provisional por la que dos de mis colegas fueron enviados a vivir a la frontera sur por varios meses. Mientras que, en el interior de la redacción, los editores y los reporteros suelen usar esa palabra para describir asignaciones de reportajes de todo tipo (“Caitlin, te acaban de enviar a ayudar con la cobertura de la boda real”), la frase misma no suele aparecer impresa, excepto en reportajes sobre una respuesta militar en un conflicto violento. En este caso, deploy puede haber evocado imágenes de caos y peligro en la frontera que no coinciden con la realidad, así que la quitamos. De igual modo, el presidente tiene su manera favorita de describir el proceso de detener y luego liberar a los migrantes capturados en la frontera (catch and release,“atrapar y soltar”). Suena como si hablara de pesca, señaló mucha gente, y los migrantes desesperados, sin importar cómo se les llame, no son una presa. Ahora preferimos evitar la frase, salvo que nos estemos refiriendo a cómo el gobierno describe este proceso.

Aquí el reto no es que pocas de las palabras que se usan en el debate migratorio tengan una carga política, sino que la mayoría de ellas la tiene. En vista de eso, un ejercicio útil podría ser hacer una pausa por un momento, sin importar de qué lado esté uno en el debate, y cambiar los términos que comúnmente utilizamos por los que usan aquellos que tienen otra perspectiva, no para que nuestras opiniones se acerquen a las suyas, sino para entender mejor el espacio entre ellas.
 
 
*Publicado en The New York Times
 
 
 
 
 
Si continúa navegando, acepta nuestra política de cookies    Más información
Privacidad