Azul pálido


Santiago Gil

Un libro bello es siempre un hallazgo, una veta inesperada, una aventura que te ayuda a ver la vida con otros ojos, no solo cuando lees sino también cuando terminas el libro y todas esas palabras, símbolos que propiciaron el milagro, quedan en tu memoria dibujando personajes e inventando metáforas inesperadas. Igual que cuando escribimos, somos Sísifos incansables que perseguimos, una y otra vez, una utopía que solo se dibuja en el horizonte de algunas páginas.

Hace unos días finalicé uno de esos libros a los que sé que volveré muchas veces. De momento, volví justo después del punto y final, como si necesitara comprobar que era real esa historia que tanto se parecía a un sueño, o a una especie de viaje por los lindes de la belleza.

Lo tenía hacía unos meses entre las lecturas pendientes, pero esos libros llegan en su justo momento, como si te estuvieran esperando, o como si tú los esperaras a ellos en una cita en la que aún no sabes que te van a cambiar en tus adentros. Apunten el título y, si tienen ocasión, vayan a buscarlo cuanto antes: Una letra femenina azul pálido. Lo escribió hace unos años Franz Werfel, un escritor checo amigo de Kafka o de Max Brod y pareja de Alma Mahler durante un tiempo.

Se cuenta una historia de amor con varias miradas y se narra la vida de alguien que ve pasar el tiempo creyendo que el destino se puede cambiar con el esfuerzo y con una cierta intención de no dejar que el azar tenga la última palabra; pero el azar, ya lo sabemos, siempre escribe todas las historias, incluso las que creemos que estamos concibiendo con una mente lógica, o la de cada uno de nosotros, seres que se enamoran y que descubren o pierden querencias a medida que la vida avanza y nos va dejando caminar como ella quiere.

También aparece el trasfondo de la persecución judía en Austria y en Alemania en los años previos a la Segunda Mundial y esa sensación de fracaso que de vez en cuando se cruza con la condición humana, un fracaso ante el propio sentido de la existencia y ante lo efímero que es todo esto si uno lo mira de frente y se asoma a sus adentros, o a la vida de los otros que tanto y tanto se nos parece más allá de las razas y las fronteras. El libro, como otros libros fascinantes que han llegado a mis manos, me lo regaló el escritor Noel Olivares.

Ya escribí una vez que Noel era la literatura, y lo sigo manteniendo, por lo que escribe y, sobre todo, por lo que lee y lo que rebusca en las bibliotecas o en las librerías. Una vez le escuché decir al escritor José Manuel Fajardo que los buenos libros son como diamantes que hay que saber buscar en un jardín de cristales rotos. Así es como brillaría este libro de Franz Werfel si uno lo mirara desde lejos, y así creo que es como se asienta en lo más profundo de quienes lo leen, como un espacio de luz y de belleza que te permite seguir creyendo en la literatura por encima de todas las cosas.

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