Africanos en Madrid


Santiago Gil //

 

Si no puedes contar quién eres difícilmente entenderán tu historia. A veces nos contamos con una mirada, con un gesto o con el silencio. Pero entonces tiene que haber alguien que nos entienda, que reconozca esa mirada, ese gesto y hasta ese silencio que siempre dice mucho más que una sucesión de palabras atropelladas. 


Y quien conoce y no se informa, o no lee, o no sabe mirar, cae en el tópico, en lo insustancial, en lo lacrimoso o en lo que es mentira, estereotipo o burda conveniencia. Se ha escrito poco de los inmigrantes africanos que han llegado a España en las últimas dos décadas, pero pocas veces he escuchado su voz como la acabo de escuchar leyendo Africanos en Madrid, de Nicolás Melini. Su voz se suma a la de otros canarios como Pepe Naranjo, Nicolás Castellano o Antonio Lozano que también han sabido contar esas odiseas desde la literatura o el periodismo.


El libro de Melini que edita Reino de Cordelia deja hablar a esos africanos que se esconden en Madrid, que trabajan, que son encerrados por no tener papeles, perseguidos por el color de su piel y que se reúnen a bailar y a cantar en un piso de Carabanchel Alto, o que nos cuentan sus crisis de pareja, el paraíso que no encontraron, la soledad de quien se lanza al mar buscando un mundo nuevo, el miedo, la desconfianza, la mentira de los políticos que dicen lo que no hacen y que luego hacen lo que siempre niegan con esas sonrisas hipócritas y vergonzantes de vendedores de crecepelos.


Recuerdo los años noventa del siglo pasado en Madrid, con los primeros africanos que llegaron y acamparon en Plaza de España, con el asombro de muchos mesetarios ante lo distinto, ante el mundo que empezaba a aparecer, aquel mestizaje tan conocido para los canarios y tan extraño para los que hablaban de una ciudad que era como un rompeolas, pero que hasta ese momento era solo un rompeolas de los pueblos de España. Los canarios éramos como aves exóticas entonces, siempre confundidos con cubanos o venezolanos, y siempre situados erróneamente en todos los mapas. 


Ahora Madrid es una ciudad mestiza, como lo eran antes Nueva York, Londres o París, una urbe multirracial a la que, como leemos en el libro de Melini, aún le queda mucho camino para ser ese ciudad de integración y libertad en la que cada cual pueda caminar por las calles sin ser detenido por su color de piel o su vestimenta. 


Nicolás Melini cuenta esas vidas como quien pone un magnetofón en sus estancias o como quien mira a través del ojo de una cámara, pero al mismo tiempo estila una socarronería y una ironía palmera que ayuda a transitar por el libro con esa sensación de sentirnos como en casa y de abrir puertas sin que se note nuestra presencia. Busquen Africanos en Madrid. Verán que les ayudará a entenderles y a entendernos.

 

CICLOTIMIAS

 

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