Tabaiba


Santiago Gil /

Nunca ha sido fácil vivir. Los destinos transitan su propio camino y a veces nosotros solo tenemos que aprender a jugar con las cartas que nos entreguen en cada momento.

La inteligencia, la intuición y, sobre todo, el esfuerzo y la insistencia suelen ser buenos aliados en ese viaje fascinante por este espacio ínfimo, y al mismo tiempo milagroso, de tiempo.

Hace años fueron muchos los canarios que se hicieron a la mar buscando un futuro mejor que el que encontraban en su tierra. Asumían el riesgo y el miedo, como mismo hacen hoy quienes deben alejarse de lugares sin futuro o con guerras que impiden cualquier asiento vital que se quiera proponer para seguir resistiendo.

Por estos días se está conmemorando los cien años del naufragio del Valbanera, uno de los episodios más dantescos y dolorosos de la emigración a América, un suceso que además está lleno de avatares y de esos extraños senderos de la suerte que a veces te salvan y otras veces te conducen directamente al borde del desfiladero.

Entre los distintos proyectos que se hacen eco de ese episodio de nuestra memoria más necesaria están las canciones del grupo Tabaiba que se podrán escuchar el próximo 2 de noviembre en el auditorio Alfredo Kraus. He seguido la trayectoria de Tabaiba desde hace años y reconozco que siento un orgullo especial cuando escucho su salto de calidad y su constante empeño por mejorar y cantar cada día un poco mejor.

Después de estar cada uno en su puesto de trabajo a lo largo del día, se reúnen en un local de la plaza de Santo Domingo de Vegueta para seguir mejorando, ensayando y buscando el camino más cercano a la perfección. Escucho cómo repiten una y otra vez una estrofa, como mismo se ha de repetir y de corregir en cualquier disciplina artística para que todo luego parezca fácil, o sencillo, y para que quien escuche no atisbe nada más que el gozo del trabajo bien hecho.

Como ellos, muchos grupos musicales, muchos pintores, escritores o escultores, están día tras día rebuscando, intentando hacerlo lo mejor que pueden, y sobre todo esforzándose. No conozco ningún gran artista que no venga del trabajo silencioso y de la insistencia, y quien viene de ahí aprende que no ha llegado a ninguna parte y sigue pensando solamente en cómo hacerlo un poco mejor a la mañana siguiente.

Toda vida es un horizonte que cada uno tiene que alumbrar de la mejor manera. Lo sabían quienes se embarcaban casi con lo puesto buscando una vida mejor más allá de donde terminaba la mirada oceánica. Muchos no llegaron a su destino, o no pudieron regresar; pero sí buscaron una nueva vida hasta el último segundo de su existencia.

Todo gira, todo cambia, a veces tan rápido o tan inesperadamente que a uno solo le queda poner la intención y el trabajo para que la corriente sea benévola con nuestro devenir y con nuestra suerte.

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