La muerte de Umberto Eco


Por Santiago Gil //

Casi todos los días fallece Umberto Eco en las redes sociales. Una y otra vez hay alguien que comparte la noticia de su muerte como si hubiera acaecido ayer mismo. Las primeras veces llegaron a hacerme dudar y tuve que picar en el enlace para comprobar que, efectivamente, para nuestra desgracia, el gran escritor y pensador italiano ya no estaba entre nosotros. Por suerte hay fuentes fiables y se llaman periódicos, y gracias a eso podemos ir buscando algo de luz en ese desconcierto de fotos y textos que nadie ordena y que cada día nos desinforma un poco más con su bulimia de datos que no separa lo falso de lo verdadero, lo real y constatado de lo que inventa cualquier desaprensivo para entretenerse o para que terminemos de confundirnos por completo.

Resulta curioso que la muerte de Eco haga honor a su apellido y se siga repitiendo como si lo nombráramos en un gran valle montañoso o en una de aquellas maretas vacías en las que resonaban los balonazos cuando improvisábamos un partido de fútbol sobre la arena del fondo seco. También llama la atención que fuera Eco uno de los pensadores que más y mejor abordó la llegada de las nuevas tecnologías y de Internet a nuestra vidas. Fue él quien acuñó lo de Apocalípticos e Integrados cuando aún no se sabía que el apocalipsis tenía poco que ver con la aceptación de lo que iba llegando para cambiar nuestras existencias. En estos momentos da lo mismo que te integres, que aprendas o que intentes vivir en ese mundo nuevo como si hubieras nacido ayer mismo. La fractura ya no es solo tecnológica o formativa: ahora nos hemos vuelto a encontrar con nuestro propio espejo, con la maldad, la mentira y la mala andanza como mismo transita por el mundo desde que el mundo es mundo y el ser humano apareció creyéndose lo más fetén de la naturaleza.

José Antonio Marina decía que un burro conectado a Internet seguía siendo un burro, y no se equivocó. Cuando me preguntan que para qué sirven los periodistas y los periódicos les remito a ese caos de noticias falsas, repetidas y, en muchas ocasiones, cocinadas desde la mentira para hacer daño a una persona o a un colectivo. Un bulo sería una noticia con sentido si no existiera una fuente fiable donde desmentirla. Eso es lo que buscan todos los que quieren pescar en el río revuelto de las confusiones informativas. La libertad se gesta en la información y en la denuncia con pruebas de las tropelías; pero lo que está verdaderamente en juego es la verdad, y sin verdad no hay ninguna posibilidad de crear nada que merezca la pena. Para la mentira ya están las novelas y las películas. Si no lo entendemos y nos defendemos, acabaremos siendo simples personajes de tramas malévolas y mil veces repetidas.

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