El amor y el tiempo


Santiago Gil //

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” Recuerdo este salmo que citaba el escritor Saul Bellow en uno de sus ensayos sobre literatura. Casi todas las búsquedas requieren un trayecto tortuoso, también en lo creativo, y en el amor, y en la amistad, y no digamos en la propia vida. 

Pero lo tortuoso no tiene por qué implicar la derrota. Hay momentos en que estamos a punto de sentarnos y de dejar que el camino lo hagan los otros, pero cada cual decide sus pasos. Si nos detenemos, nunca llegaremos a ningún destino que merezca la pena. De esas lágrimas, que pueden venir por mil motivos, florecerá la vida que nos espera.

En esas caídas del alma, no deberíamos nunca perder el norte del humor y de la ironía para desacralizar la pena. Hace unos días hablé con el escritor venezolano Juan Carlos Chirinos después de que compartiera un documental que está en Youtube sobre el poeta Pancho Massiani. Con Chirinos aprendí que las presentaciones de libros, las mesas redondas o las conferencias no tienen que ser siempre solemnes, aburridas y plúmbeas. 

El humor inteligente desarma a todos los engolados y vuelve cercano lo que algunos se empeñan en volver ininteligible. También ese humor es lo primero que nos ayuda a secar las lágrimas cuando creemos que ya no podremos seguir soportando una agonía inmensa que amenaza con soterrar todas las esperanzas. Más allá está la alquimia, el amanecer, lo que regala el destino a quienes no negocian con sus sufrimientos. Detesto los martirologios y también a quienes siempre quieren protagonizar el papel de víctimas. 
Aquí sufrimos todos, más tarde o más temprano nos toca probar el acíbar o el sabor agridulce de la pérdida y la derrota, pero el paso de los años también te enseña que todo es cíclico, y que de esas caídas en lo más profundo de los abismos es justamente de donde salen las más sanadoras alegrías. Aprendes a valorar lo que realmente merece la pena y a mirar con distancia todo aquello que antes te quitaba el sueño. Se acaba el miedo y se espantan las prisas. 
Es entonces cuando escribes tu obra maestra, la de tu propia vida, cuando eres consciente de que todo esto tiene un sentido mucho más allá de la inmediatez o de la supervivencia. En ese documental de Francisco Massiani nos asomamos a un hombre mil veces derrotado que, sin embargo, no deja nunca de atronar con sus carcajadas, ni de mirar con esos ojos que brillan casi como si el cielo se hubiera fundido en ellos con toda su sabiduría. 
A lo largo de la entrevista, Massiani improvisa versos, maldice su suerte, suelta alguna astracanada y se asombra de su propio pasado. En medio de todo ese tránsito también regala algunas certezas. Dice, por ejemplo, que no cree en el tiempo sino en el amor, que es el amor lo que realmente mide la intensidad de nuestra existencia.

Si continúa navegando, acepta nuestra política de cookies    Más información
Privacidad