Tramos de vida

COLUMNA - SANTIAGO GIL | 17 de enero de 2015

 Siempre nos faltarán páginas o nos quedaremos sin tiempo.

Canarias.- La vida no terminamos nunca de contarla. Siempre nos faltarán páginas o nos quedaremos sin tiempo si alguien se empeña en que revolvamos en ese trastero siempre sorprendente que es nuestra propia memoria. Algunos te dicen que sus logros son escasos y que cabrían en un par de renglones; pero luego les pides que se cuenten y no saben dónde terminar poniendo ni el primer punto y aparte.

Cualquier detalle vale para una novela o para tener a alguien en vilo durante muchas horas. Un amigo hizo la prueba el otro día subiendo y bajando de muchos taxis. La mayoría de las veces ya le hablaban sin que él preguntara nada. Todos tenían algo que decir sobre Iniesta, las prospecciones, el rey de España o sobre el tiempo que duraban los distintos semáforos en los que se iban parando. También había otros conductores silenciosos, como si mascullaran alguna pena en sus adentros o estuvieran pensando en cualquier problema que dejaron sin resolver al salir de casa. A los que hablaban sin parar y a los misántropos les formulaba la misma pregunta. Les preguntaba si eran felices. Casi todos se quedaban a cuadros o balbuceando monosílabos. Yo creo que todos nos quedaríamos medio pasmados si alguien que no conocemos nos preguntara de sopetón por nuestra felicidad. No es una respuesta que se pueda dar al tuntún. Podemos parecer dichosos en medio del peor de los dramas o andar aliquebrados en tiempos de bonanza. Los humanos somos, sin duda, los seres vivos más enigmáticos de este planeta, mucho más que los grillos, que los caballitos de mar o que las musarañas.

Mi amigo aprovechó un sábado por la mañana para subirse a distintos taxis de la ciudad en la que vive hace años. En cada uno de ellos estaba exactamente quince minutos. Huelga decir que se gastó en automoción lo que se hubiera gastado en un buen restaurante.  No se arrepiente de esa inversión sociológica. Según dice a todas horas, valió la pena el experimento. Cuando preguntaba por la felicidad a los taxistas se encontraba con esas dudas iniciales; pero luego casi todos confesaban ser felices. Digamos que cada uno buscaba algún motivo para contar que su vida valía la pena. Se agarraban a una nieta recién nacida, a la salud, al puesto de trabajo, a la mujer que llevaba a su lado muchos años, al lugar en el que habitaban o al recuerdo de todos aquellos a los que habían tenido la suerte de conocer en los distintos recorridos por la ciudad. Cuando llevaban unos minutos, hasta a los más timoratos y misántropos les faltaba tiempo para contar la dicha que habían vivido. Bajaba de un taxi y sobre la marcha subía al siguiente. A todos les pareció imposible resumir sus alegrías en tan poco tiempo. Durante quince minutos logró que muchos taxistas transitaran, al menos por una vez, por sus propios itinerarios.

 

CICLOTIMIAS

El arte es el oficio de quien rebusca donde aparentemente ya no queda nada.

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